jueves, 25 de noviembre de 2010

Antes de la explosión

Ciertos lugares son muchas veces refugios y otras tantas, infiernos.

Ciertos pasillos esperan tu llegada y tu partida.

Ciertas cocinas aguardan que sientas sus aromas característicos de cada momento del día.

Ciertas habitaciones son sólo habitadas, mientras que otras, simple y grandiosamente, son valoradas.

Ciertos placares esconden secretos y dudas.

Ciertas ventanas esperan ser cerradas y abiertas.

Ciertos pisos ansían ser detectados por tus pasos.

Ciertos jardines desean la llegada de tus primaveras.

Ciertos espacios, en definitiva, te pertenecen. Lo difícil es definir por cuánto tiempo.

Ciertas situaciones de la vida hacen que te despidas de ellos, aunque ella, la vida misma, se encargará de encontrarte un nuevo refugio.

Aquellas acciones, que afectan a inocentes y culpables, en realidad siempre estuvieron latentes. Qué bueno sería poder detectar ese tipo de gestos antes del momento de la explosión. No se sufriría menos ni se cambiaría la historia. No se modificarían los hechos ni se transformarían las sensaciones. Pero al menos, la diferencia la haría el saber.

Cuando uno va creciendo siempre espera cambios en su vida, el ser humano nunca está conforme con lo que le sucede a él mismo. Envidias e ilusiones se mezclan con la felicidad por el otro.

Es en medio de esos pensamientos cuando aparece el cachetazo que te hace girar y mirar alrededor. Se cae en la cuenta al fin de una realidad jamás percibida.

Y sin embargo, la vida es tan compleja que la solución no hubiera sido saber observar y leer lo circundante.

Ciertos cambios son esperados, pero otros, impuestos.

Ojalá termine por agradecer ciertas imposiciones.