jueves, 11 de marzo de 2010

Todo del Bicentenario

Entonces ya tenemos las fragatas, la regata, el fondo, el decreto, los actos y ahora el acuerdo, ¡todo “…del Bicentenario”! supongo durante este año se seguirán sumando sustantivos a esa frase que ya perdió todo sentido y que se ha convertido, como suele suceder en la Argentina, en palabras gastadas, desprestigiadas, politizadas. Y mientras en las ciudades de las que son oriundos nuestros antepasados se conmemoran miles de años de historia, aquí pretendemos mejorar sin comprender siquiera nuestros humildes 200 años. Si bien es cierto que una sociedad no tiene futuro si no comprende su pasado, no es necesario para ello maniatarse a lo que sucedió y vivir reclamando asuntos irrecuperables. En Europa pasó mucho tiempo también para que se lograse un proyecto común, por lo que se deduce que, ya que además somos sus descendientes, debemos tener paciencia y mentalidad clara y pura para alcanzar aunque sea un tercio del nivel económico y social que se vive allá. Sin embargo, los pocos argentinos que creen firmemente en esta premisa, se ven opacados por aquellos resultados de años de corrupción, soberbia y robos. Robos de identidad, de educación, del derecho a una vivienda digna, de trabajo. Posiblemente sea por esto que Argentina representa una sociedad en general desesperanzada y, sobre todo, enojada. Aquí no interesan los potenciales de nuestros recursos naturales, variados y abundantes. Sólo importa hacer negocio. ¿Y quiénes son los que se encargan de ello? Pues, los representantes de turno. De cualquier forma, y más allá de esta cadena de irresponsabilidades recién detallada, no se puede culpar de todo al gobierno, sino a la sociedad que lo votó. Esa comunidad es producto de años devastados y aquí vuelve a comenzar la cadena. Así, encadenados, nos enfrentamos a esta mujer que se preocupa por géneros lingüísticos en vez de por la actualidad del país que, se supone, está a cargo.

(descarga influenciada por horas de TV e internet)

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