lunes, 14 de junio de 2010

Comparación de Códigos Periodísticos

Fundado en 1877 por Stilson Hutchins, The Washington Post es el mayor y más antiguo periódico de Washington, la capital de Estados Unidos. Se hizo conocido a nivel mundial a principios de la década del ‘70, por su investigación sobre el caso Watergate, conducida por Bob Woodward y Carl Bernstein, la cual terminó influyendo en la caída de Richard Nixon como presidente. Es considerado uno de los mejores diarios estadounidenses, junto con el New York Times y el Wall Street Journal.

A diferencia de ellos, el Post se califica a sí mismo como un periódico estrictamente regional, por lo que no imprime una edición nacional para distribución más allá de la Costa Este de su país. La mayor parte de sus lectores son del Distrito de Columbia, junto con los suburbios de Maryland o Virginia. Cuenta con su propio Código de Conducta, que apunta a cumplir una serie de principios éticos importantes dentro del periodismo a nivel mundial, orientados a ciertas características propias de su país.

La "Press Complaints Comission", por su parte, puso en marcha su actividad el 1 de enero de 1992 con un presupuesto de un millón y medio de libras, con el objetivo de atender a aquellos ciudadanos afectados de alguna manera por la información publicada en ciertos medios de comunicación. Además, se propone asegurar que la prensa británica mantenga el más alto nivel de profesionalidad y respete la libertad de expresión y el derecho del público a informarse. La creación de la Comisión de Quejas fue recibida en su momento de manera fría y sospechosa por los diferentes sectores de la prensa británica.

Tanto la Asociación de Editores Británicos, como la Unión Nacional de Periodistas expresaron el temor de que el nuevo órgano viniera a ser un mecanismo para limitar la libertad de expresión de los periodistas británicos. Por parte de algunos medios, no obstante, se dejaba patente la impresión de que, a pesar de no ser fácil dar la bienvenida a un mecanismo de control, se trataba de una respuesta necesaria que podía evitar la puesta en marcha de otros mecanismos realmente más estrictos, como el otorgar plenamente la vigilancia sobre el ejercicio del derecho a la información a los órganos jurisdiccionales.

Ambos reglamentos comparten muchas semejanzas en el sentido del respeto que debe tener un periodista a la hora de sentarse a escribir. Sin embargo, lo hacen desde enfoques muy diferentes. El Washington Post (WP) apunta a alcanzar en cada nota la esencia periodística y que ella sea lo más objetiva posible. El Código de Prácticas de la Prensa Británica (CPB), por su parte, tiene detalladas ciertas situaciones a las que el WP no nombra específicamente sino que las tiene en cuenta implícitamente. Además, hay que tener en cuenta que el CPB se dirige a un grupo más amplio de periodistas que el del WP, por ser un organismo abarcativo de varios diarios y revistas de Gran Bretaña.

Tanto en el caso del Washington Post, como del Código de la Prensa Británica, se intenta aproximar a los medios de comunicación y a los lectores, a una mayor transparencia de las noticias. Se establecen puntos que defienden los derechos de los lectores y otros que amparan los de los redactores. A su vez, se remarcan deberes de los medios para hacer cumplir esos derechos de la sociedad.

Si bien ambos son una muestra de lo que se debe hacer, se dejan de lado puntos que son importantes en la promoción de la libertad de expresión y pensamiento. En el caso del Código de The Washington Post, no tiene en cuenta lo que se debe hacer al momento de hablar de una víctima de abuso sexual. Y eso, a pesar de que está avalado por diversas leyes a nivel mundial, debería estar contemplado también en este caso.

En el Código de la Prensa Británica, por otra parte, se debería detallar más la diferenciación que se debe hacer entre información y opinión. Este punto está pensado sobre todo para los lectores, quienes tienen derecho a saber cuándo se les está informando y cuándo están recibiendo un punto de vista del periodista. Si eso no ocurriera, el lector estaría en cierto “riesgo” de que se le imponga inconcientemente determinado tipo de pensamiento.

De cualquier forma, tanto estos códigos como aquellos manuales de estilo de diarios como Clarín o La Nación, contribuyen a fortalecer el papel de los medios de comunicación en cada sociedad y a una comprensión más precisa por parte de los lectores, de la información que se les ofrece, tanto en su forma pura como en el formato de presentación.

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