lunes, 13 de junio de 2011

Efímeras y Eternas


Cuando la profundidad de las palabras puede definir un destino, no resta más que dejarlas fluir. Que se desplacen por el aire como si sólo fueran hojas del otoño, que nadie las queme para que puedan decorar el paisaje.

Muchos problemas terminan siéndolos al fin, por meros errores de sintaxis. Es más, quizás ni siquiera son errores, sino diferencias.

Las palabras expresan todo nuestro ser, lo que somos en estado puro, lo que nos pasó durante nuestra infancia, lo que sucede en el presente y el miedo que le tenemos al futuro. La elección de una palabra por sobre otra indica, valga la redundancia, una elección. El otro infiere lo que queremos decir si elegimos “te quiero” antes que un “te amo”.

Hay que perderle el miedo a reencontrarnos con las palabras, son ellas las que en definitiva nos terminan de representar frente al mundo, son nuestro reflejo. Nada más y nada menos.

A veces uno pierde la noción del poder que tienen y sin embargo lo recordamos cuando ya pronunciamos las equivocadas. No es tan complicado,…o sí. Es cuestión de pensarlas antes de reproducirlas. A veces no hay tiempo para eso…o sí. Muchas veces vamos apurados por un motivo. Otras, lo hacemos por costumbre. Tantos indicadores viales y ninguno que diga “Pare: deténgase a pensar”.

Seguramente ahorraríamos un montón de palabras inexactas e inoportunas. Las exactas y oportunas, sin embargo, no merecen ser escatimadas.

Pluralidad, fluidez, embellecimiento. La decoración de nuestro discurso tiene la capacidad de modificar el mensaje. Pero por supuesto, otra vez, eso lleva tiempo.

Ellas rigen nuestro mundo, nuestras relaciones, la forma de interacción con los demás. En esta mezcla de formatos desordenados, cuando la semántica tiene múltiples interpretaciones, queda la indiscutible sintaxis. Las palabras dichas de esa forma y de ninguna otra. Invariables. Escritas, reproducidas. Habremos elegido bien en caso de un mensaje efectivo. Paradójicamente, si la elección fue errónea, nos encontraremos en el principio. La solución serán nuevamente, las eternas palabras.

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