miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Y si se me diera por cambiar?

La vida no es simplemente decir “yo soy así”. ¿Y si los débiles lucharan por aceptarse a sí mismos? Probablemente tendríamos una sociedad más equitativa e igualitaria porque el aceptarse a sí mismos produciría que los demás se rindieran ante esa aparición de autoestima. Sabemos que no es fácil, de hecho nada que implique un cambio lo es. Muchos de los que no se quieren pero aprecian a los demás, quieren distanciarse de aquellos para no lastimarlos. Y cuando a aquellos se les dice que deben alejarse para no sufrir, no lo comprenden. Cuanto más uno quiere alejarse, más se acerca, y cuando más se intenta un acercamiento, mayor es la distancia. A veces uno piensa que puede ser psicólogo, medico, veterinario, mecánico, fotógrafo, organizador de eventos, bancario y hasta periodista. Y bajo muchas circunstancias de la vida, se llega a ser virtualmente cada una de esas cosas. Pero al momento de ayudar a una persona que realmente tiene un problema psicológico, o está enferma, o tiene el auto roto, o necesita una fotografía para una revista, o debe planear su fiesta de casamiento, o desea solucionar un inconveniente en su cuenta bancaria, o quiere reclamarle algo a un político, etc., nos damos cuenta de que al fin y al cabo somos sólo humanos, no podemos ser todas esas profesiones al mismo tiempo. Y esta necesidad de saber hacer de todo se da por lo general en la sociedad argentina. Los argentinos creemos que podemos solucionar cualquier problema y aquí estamos, en un laberinto que parece no tener salida debido al orgullo y soberbia generada por creer que somos los mejores del mundo. El problema es que esos que se creen los mejores son la mayoría. El resto de los habitantes, son demasiado honestos para poder llegar a cambiar algo en medio de la corrupción reinante y protagonista. A su vez, dentro de estos honestos incapaces, no por falta de capacidad sino de funcionalidad estatal, encontramos aquel primer grupo mencionado: los débiles. Y a su alrededor, los más o menos cuerdos que intentan convertirse en psicólogos para justamente: cambiar algo. Si esos débiles no se dejan ayudar, los honestos que los rodean se convierten en puros inútiles. Y si los honestos son inútiles, entonces esos también quedan de alguna manera obligados a convertirse en el típico argentino corrupto. Y si el habitante es corrupto, mas aun lo va a ser el político de allá arriba. De alguna manera se debe empezar, y últimamente en este país, todo se relaciona de alguna manera a la corrupción. Empecemos desde hoy al menos, a intentar ayudar a los débiles. Lo que realmente importa, es comenzar de a poco a cambiar, no interesa qué. Eso será sólo un granito de arena, pero útil para construir la cadena y en consecuencia la autoestima, que se convertirá luego, en un “arma” para derribar a la soberbia. Dejemos de lado los espejos utilizados para parecerse a los demás y obtener una imagen parcializada de la realidad.

Podríamos comenzar a buscar un reflejo propio… ¿Y si se nos diera por cambiar?

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